EL ESCUADRON GUILLOTINA

Es extraño pero tal parece que en los seres humanos el acto de mas profunda conciencia aparece precisamente en el momento de mayor inconsciencia: el sueño. Las circunstancias se presentan de forma abrumadora que cuando han pasado ante nosotros apenas vislumbramos su significado. Pero en el sueño, al frenesí de la realidad se lo puede diseccionar, desglosar, entender: se lo domestica. Así en el interior nuestro la realidad adquiere la dimensión que verdaderamente queremos o podemos darle.

La sensación que sobreviene cuando algo se nos pierde es una de las mas fuertes a las que es sometido el ser humano y es que dicha sensación tiene un fuerte parentesco con la muerte; es, por así decirlo, su manifestación cotidiana. Claro, hay pérdidas que nos causan mayor desazón que otras, pero ésa es una cuestión de intensidad, mas no de esencia, porque en el fondo todo se reduce a unos cuantos sentimientos comunes: frustración, desaliento, desorientación, impotencia, nostalgia.

No hay, sin embargo, sentimiento más trágico, en toda la extensión de la palabra, que perder el destino al cual cree uno estar destinado. Es cuando se sintetizan violentamente todas las emociones que conllevan en sí perdidas. No tiene esto nada que ver con haber cumplido las metras trazadas, no. Se fundamente este hecho en la profunda convicción de que uno tiene una razón de ser que se tiene la obligación de cumplir, de sujetarse a ella, y que no hacerlo causa la impresión de naufragio.

Perder la capacidad de voluntad frente al propio destino es sumergirse en la tragedia, es someterse a las reglas de lo incidental, a la manifestación pura de la victoria de las circunstancias. Se percibe uno mismo como un títere. El perder ese "algo" llamado destino provoca una situación insoportable.

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