Desde tiempos muy remotos la tradición literaria registra el uso de las bebidas espirituosas. Según los anónimos escritores judíos, autores del Antiguo Testamento por inspiración divina, Noé fue el primer borracho de la historia. Cito el Génesis, 9, 20-21: "Noé, que era agricultor, plantó la primera viña. Bebió su vino, se emborrachó y se quedó desnudo dentro de la tienda". No cabe duda de que el hombre se la pegó y, a causa de ello, probablemente despertó resfriado. Noé, que fue una especie de segundo Adán, quizá haya sido el primer individuo en concluir que la realidad era una ilusión por falta de alcohol, o que un buen trago hacía la vida menos gris y más interesante.
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