UN VERDADERO CAMPEÓN


El tiempo se detuvo súbitamente para José Luis Romo Trujano, de 22 años. Él conducía durante la madrugada del viernes por el cruce de Insurgentes y avenida La Paz, colonia San Ángel, en la delegación Álvaro Obregón de la Ciudad de México. Por supuesto, en estado de ebriedad. Con la conciencia que le quedaba, redujo la velocidad ante el punto de revisión del alcoholímetro. A punto de llegar con los policías, fue cuando todo se congeló; José Luis vio el futuro.

Se vio bajando la ventanilla de su auto al mismo tiempo que intentaba armar el pretexto y las explicaciones que daría; vio al oficial acercándose lo más posible a su rostro, con la lámpara encendida. “Buenos días, joven”, habría escuchado del policía. Vio que de inmediato se percatarían de su aliento alcohólico y lo harían descender… pus ora sí que de la unidad, ¿verdad? Él bajaría y le harían las pruebas para hacer oficial su estado inconveniente para conducir. Vio cómo los policías, incapacitados para insinuar la tradicional otra manera de arreglarlo debido a su evidente borrachera, le pedirían abandonar el auto para subirlo a la patrulla; el pensaría de inmediato que no tenía permiso para conducir ni, mucho menos, dinero para sobornar, pues todo se lo había gastado en Irish Pub, tratando de olvidar a aquella que tanto le ha lastimado con sus infidelidades (de hecho, venía escuchando la última de Luismi en su Eurosport Van… bueno, en la de papi o mami). Vio cómo lo llevarían a la delegación y le abrirían un expediente; vio a su padre llegando a las seis de la mañana por él, pagando la fianza y describiéndole lo que sería el peor castigo de su vida. Pasarían meses antes de que en casa le volvieran a dar un billete mayor a 50 pesos. El tiempo seguía congelado y terminó de ver su futuro. Era uno muy malo, definitivamente.

Antes de que el tiempo comenzara a correr nuevamente, dijo a sí mismo la resolución: “Ya me cargó la chingada”. Súbitamente, su ingenio replicó: “No, todavía no. Puedes cambiar el futuro”. “¿Cómo, oh, yo ingenioso?” “Muy fácil”, dijo su ingenio.

“Primero tienes que centrar al policía. Cuando lo tengas en la mira, pisas al fondo el acelerador, lo atropellas, lo matas al instante y procura que se mantenga colgando en el cofre mientras creas la ruta de escape. Aumenta la velocidad y sigue el camino; trepa al camellón y, ¿ves esa estatua de Juan Pablo II? Pues ahí estréllate y derríbala al fin que nadie quiere a ese personaje”.

Entusiasmado, siguió al pie de la letra las instrucciones. Molido por el impacto final, miró el retrovisor y dijo: “Ya está hecho, oh, yo ingenioso, ¿y ahora?”

“Ahora sí, ya te cargó la chingada.”

Esta es palabra de El Universal.

Moraleja: no importa qué tan improbable parezca, con empeño, dedicación y perseverancia, todo se puede empeorar.

2 comments:

Anonymous said...

He wey a juan pablo II si lo kerian poquito (al menos galileo por quitarle la excomunion) al que no kieren es al nazi que esta en su lugar....

Stephen S. said...

también pudiste poner:
de el hoyo en el que estas, existe alguien en uno mas profundo